Amigos del programa Ciencia y Ecología, queremos compartir con ustedes una información que tomamos de una web amiga donde recuerda un pronóstico que se hiciera en 1923 por el estudioso Rudolf Steiner. En aquel entonces Steiner alerta que el cambio de la dieta de los animales podría originar desórdenes terribles.
“Si podemos experimentar con alimentar todo un rebaño de bueyes dándoles de repente palomas, obtendríamos un rebaño de bueyes completamente locos. Eso es lo que pasaría. A pesar de la dulzura de las palomas, los bueyes se volverían locos...", sentencia.
EL 13 DE ENERO DE 1923, RUDOLF STEINER PRONOSTICÓ SOBRE LAS VACAS LOCAS
Tomado de la Revista Natural, fecha del artículo 1/6/2001 / fecha de alta en Natural 3/12/2003
La agricultura biodinámica surgió a partir de ocho conferencias dictadas por Rudolf Steiner en 1924, en Koberwizt, Silesia. El término "Biodinámico" fue acuñado por las personas que asistieron a las conferencias y que procedieron a poner en marcha el contenido de las mismas.
El "Curso de Agricultura" como se le conoce usualmente, fue impartido a varios agricultores prácticos y experimentados, algunos de los cuales habían advertido años atrás una creciente degeneración de semillas y plantas, estos se dirigieron a Rudolf Steiner en pos de consejo. ¿Qué debía hacerse para terminar con éste fenómeno que afectaba progresivamente a la calidad de las semillas y del alimento?, fue la pregunta que le formularon.
Lo que dijo Rudolf Steiner en esas ocho conferencias fue la respuesta a ésta y otras preguntas planteadas y es el pilar sobre el que se fundamenta el método de cultivo biológico dinámico, cuya finalidad es restaurar, mantener y aumentar la vitalidad y la fertilidad de la Tierra, y al hacerlo así producir alimentos de valor nutritivo más elevado, para suscitar una intuición cada vez más refinada en quienes de ellos se alimentan.
A continuación un fragmento de otra conferencia de Rudolf Steiner dada el 13 de enero de 1923 en Dornach, (Suiza). Nuestra intención es arrojar un poco de luz sobre el denominado "mal de las vacas locas".
RUDOLF STEINER, explica:
"...Bien saben ustedes que existen animales que se comportan como vegetarianos sin tacha. Ciertos animales no comen carne. Tomemos el ejemplo de nuestras vacas, que no comen carne. Los caballos tampoco tienen avidez por la carne, sólo comen vegetales.
Así pues, hay que darse cuenta de que el animal no se conforma con engullir el alimento, sino que también se desembaraza permanentemente de lo que se halla en su cuerpo. Ustedes saben, por ejemplo, que los pájaros mudan sus plumas. Pierden su plumaje y lo tienen que sustituir por nuevas plumas. Saben que los ciervos pierden sus cuernos. Ustedes mismos, después de cortarse las uñas comprueban que crecen. Pero lo que aparece en estos casos de modo tan visible, ¡se desarrolla de forma constante!
Eliminamos continuamente nuestra piel. Ya lo he comentado antes. Y en el espacio de siete u ocho años hemos eliminado todo nuestro cuerpo, lo hemos sustituido por un cuerpo nuevo. En los animales ocurre lo mismo.
Detengámonos un poco en una vaca o un buey: algunos años más tarde, la carne que está en él ha cambiado completamente. En el ser humano la situación es un poco diferente respecto a la del buey: la regeneración es más rápida en el buey. Por tanto su carne está regenerada. ¿Pero qué hay en el origen de esta carne? Eso es lo que deben ustedes preguntar. En su origen hay materias vegetales puras. El mismo bóvido produce su carne a partir de materias vegetales. Esto es lo más importante de lo que hay que darse cuenta. Por tanto el cuerpo animal es capaz de transformar los vegetales en carne. Ustedes pueden cocer una col tanto tiempo como quieran, pero no obtendrán carne. Poniendo la col en la sartén o en la cazuela, no se transformará en carne más de lo que lo hará un pastel.
Por tanto no hay técnica que permita esta transformación. En resumen, lo que no puede hacer la técnica, se hace en el cuerpo del animal. En el cuerpo del animal simplemente se produce carne. Pero las fuerzas necesarias para esta operación deben hallarse previamente en el cuerpo. Entre todas las fuerzas de la técnica de que disponemos, no están las que permiten transformar los vegetales en carne. No las tenemos. Por tanto nuestro cuerpo y el cuerpo del animal contienen las fuerzas capaces de transformar las sustancias vegetales, los materiales vegetales, en materiales cárnicos.
Vean una planta. Se halla en un campo o en un prado. Hasta ahora las fuerzas han actuado, han hecho crecer las hojas verdes, las bayas, etc. Supongan que una vaca come esta planta. Una vaca o un buey que la coma la transformará en carne. Esto significa que el buey posee las fuerzas que le permiten transformar la planta en carne.
Imaginen que al buey le entran ganas de decir: "Ya he paseado bastante y de no hacer sino arrancar estas hierbas. Otro animal lo podría hacer por mí. ¡Me voy a comer a este animal!" Y el buey se pone a comer carne. ¡Sin embargo es capaz de fabricar por sí mismo carne! Él dispone de las fuerzas que se lo permiten.
¿Qué pasaría si en vez de vegetales el buey se pusiera a comer carne? Pues que todas las fuerzas que podrían producir la carne en él se hallarían ociosas. Tomen cualquier fábrica que produzca cualquier cosa y supongan que no produce nada, pero que ponen toda la fábrica en marcha. Imaginen el despilfarro de fuerzas que podría haber. Se desperdiciaría una fuerza considerable. Pues bien, la fuerza que se despilfarra en el cuerpo del animal no se puede disipar así como así. Al buey le desborda esta fuerza, ella hace en él otra cosa que transformar en materiales cárnicos los materiales vegetales. Esta fuerza motora, está ahí, pero actúa de otro modo en él. Y lo que hace en él produce todo tipo de desechos. En vez de carne, fabricaría sustancias perjudiciales. El buey se llenaría de todo tipo de materiales perjudiciales fabricados, si se convirtiera repentinamente en carnívoro. Se llenaría particularmente de ácido úrico y urato.
El urato tiene costumbres particulares: debilidad por el sistema nervioso y el cerebro. Si el buey comiese directamente carne, resultaría una secreción de urato en cantidad enorme, el urato iría al cerebro y el buey enloquecería. Si podemos experimentar con alimentar todo un rebaño de bueyes dándoles de repente palomas, obtendríamos un rebaño de bueyes completamente locos. Eso es lo que pasaría. A pesar de la dulzura de las palomas, los bueyes se volverían locos..."
Desde nuestro punto de vista, los científicos no están enfocando el problema correctamente y por lo tanto las medidas adoptadas no son las más apropiadas para la solución de este grave problema.
La raíz del problema reside en que se está aplicando una alimentación incorrecta al introducir carne en la dieta de un animal absolutamente vegetariano. La solución pasa por el abandono definitivo de la utilización de harinas de origen animal para el engorde del ganado, tanto si están supuestamente contaminadas como si no lo están.
Pero la administración, a tenor de las medidas adoptadas, parece no compartir este criterio, ya que pretende la destrucción de las harinas almacenadas actualmente, para dentro de seis meses o un año volver a introducir los residuos de los mataderos de nuevo en la cadena alimentaria. Desde nuestro punto de vista esta medida es un parche que no solucionará el problema ni a corto ni a largo plazo.
Otra de las medidas adoptadas es el sacrificio de todas las vacas de más de treinta meses, sin distinción del tipo de alimentación que se les haya proporcionado hasta ahora. En la agricultura ecológica, y menos aún en la biodinámica, no estamos de acuerdo con esta medida, ya que nuestras vacas no sólo no están enfermas, sino que no lo pueden estar nunca por esta causa, puesto que para la alimentación del ganado nunca se han usado otros piensos que no sean los procedentes de la agricultura ecológica, los cuales no sólo no contienen harinas de origen animal, sino que, además, las plantas de las que se alimentan los animales no pueden haber sido abonadas ni tratadas con ningún producto químico de origen sintético. Esta forma de agricultura cumple las normas del CRAE (Consejo Regulador Agricultura Ecológica) de cada comunidad autónoma y se somete a sus controles periódicos.
Una solución posible para dar salida a los residuos de los mataderos, tanto los que ya se han transformado en harinas como los que se sigan produciendo en el futuro, sería su transformación en abonos mediante un correcto proceso de compostaje, el cual ha de durar al menos seis meses. Después de este tiempo los elementos patógenos han sido destruidos completamente y los materiales orgánicos complejos, no asimilables directamente por las plantas, se han transformado en sustancias más simples y útiles para las plantas.
Sabemos que muchos científicos dirán que esta solución es una barbaridad, ya que los agentes patógenos pueden ser absorbidos por las plantas y de ahí pasar de nuevo a los animales y a las personas, pero nosotros sabemos que no es un agente en particular el que causa la enfermedad de la Encefalopatía Bobina Espongiforme (EBS) sino que es el resultado de una alimentación antinatural practicada durante muchos años, e insistimos que la única solución pasa por volver a la alimentación exclusivamente vegetal y ecológica de los animales; mas si después de la transformación en abonos de los residuos de los mataderos se sigue sospechando que los riesgos para la salud humana y animal son altos, el compost obtenido se podría utilizar para el abonado de bosques y zonas ajardinadas, en las que no se cultiven hortalizas para el consumo humano ni pasten los animales; no obstante, seguimos pensando que una hortaliza presenta menos riesgo para la salud abonando, con este compost, siempre que se haga correctamente, que cualquiera de las hortalizas que a diario llegan a nuestra mesa, procedentes del cultivo convencional, las cuales han sido abonadas con productos sintéticos y tratadas con todo tipo de pesticidas peligrosos para la salud y altamente contaminantes del medio natural.
En la agricultura ecológica sólo se usan abonos de origen orgánico y, a excepción del abono verde a base de leguminosas que se incorpora directamente al terreno, el resto de los materiales orgánicos siempre pasan por un proceso de compostaje en un montón después de lo cual se han convertido en el mejor abono que se conoce, sin efectos secundarios contaminantes, perfectamente asimilable por las plantas, de larga duración en sus efectos, que mejora la calidad y la estructura básica del terreno, el cual retiene mejor la humedad, mejora la calidad y el sabor de los alimentos, etc.
Básicamente, los componentes de este abono son el estiércol de los animales de la granja y el resto de las cosechas como la paja y las hojas. Pero, para mejorar la calidad de este abono, se le puede añadir, antes de que comience el proceso de fermentación, sangre en polvo, huesos molidos, cuernos, pelo y pezuñas trituradas y otros residuos de los mataderos, para enriquecer el terreno en nitrógeno, fósforo, calcio y otras sustancias como los oligoelementos, necesarios para un correcto crecimiento de las plantas, pero de origen completamente orgánico y no químico como viene haciendo la agricultura convencional.
Donde nunca deberían ir los residuos de los mataderos es directamente a la alimentación de los animales (no incluimos aquí a los naturalmente carnívoros como es el caso de perros y gatos), ya que nos saltaríamos tres pasos intermedios fundamentales si queremos que esa materia orgánica no se desperdicie en una incineradora, a saber: una primera transformación en el montón de compost durante seis a nueve meses; una segunda digestión que realiza la tierra tras el abonado, a través de las bacterias, lombrices y otros microorganismos del suelo, el tercer paso es la absorción por parte de las plantas de los materiales orgánicos previamente digeridos y su transformación por las fuerzas dinámicas de la luz y del calor en sustancias nutritivas apropiadas para la alimentación de los animales y de las personas.
Así se hizo siempre en la agricultura tradicional. Durante siglos, un sano instinto ha guiado a los hombres en su actuar para con la naturaleza. En nuestros tiempos modernos parece que ese modo instintivo de actuar ha llegado a su fin. Ahora hemos de ser conscientes de nuestras acciones hasta sus últimas consecuencias.
En la agricultura biodinámica sabemos que los problemas no son causados por unos agentes concretos (virus, bacterias, hongos, insectos, etc.) que en un momento dado y sin razón aparente deciden hacerle la vida imposible al agricultor o al ganadero. Sabemos que la acción de estos agentes se desencadena como resultado de un "proceso" mal dirigido por la mano del hombre.
No sirve de nada tratar de combatir los supuestos agentes patógenos, con venenos cada vez más potentes y contaminantes, ya que estos acaban por hacerse resistentes o surgen otros en su lugar aún más destructivos. La solución real y duradera será siempre una intervención en los procesos, los cuales se deben orientar en armonía con las leyes de la naturaleza.
Uno de los procesos incorrectos y tal vez el más nefasto para la agricultura moderna, es el divorcio entre la agricultura y la ganadería. La especialización en uno u otro aspecto es la causa de muchos otros graves problemas. Los ganaderos intensivos no saben qué hacer con el estiércol y los purines, éstos han pasado de ser la base para elaborar el mejor abono (compost) a ser un quebradero de cabeza y uno de los mayores contaminantes de las aguas. Por otra parte, los agricultores cada vez tienen menos animales y, en vez de elaborar compost (lo que les resulta muy laborioso), prefieren comprar abonos químicos de elaboración sintética, más cómodos para ellos, aunque luego sea una de las causas de las muchas plagas que sufren y de la falta de calidad y de valor nutritivo de los alimentos que se producen, además de ser otra de las fuentes de contaminación de las aguas subterráneas.
Hay que recuperar el concepto de granja integral o ecológica, en la que las cosas (los procesos) ocurren como en un pequeño ecosistema integrado en el gran ecosistema de la Tierra (en la agricultura biodinámica no lo hemos olvidado y agricultura y ganadería se unen equilibradamente). Nada sobra y son pocas las cosas que faltan. Si se incorpora algo del exterior, se hace respetando las leyes de la naturaleza.
Es evidente que la mejor forma de poner esto en práctica será siempre en pequeñas granjas familiares, es decir, todo lo contrario a lo que desde hace décadas vienen favoreciendo una tras otra, todas las administraciones públicas, las cuales están al servicio y a las órdenes de las grandes multinacionales, bien financiando el abandono de las explotaciones (arranque de viñedos, olivos, abandono de la producción láctea, etc.) bien poniendo múltiples trabas administrativas al legislar con un claro favoritismo hacia estas multinacionales (véase el actual caso en el que se considera legal el uso de los prefijos Bio y Eco por parte de marcas de multinacionales cuyos productos no son ecológicos).
Otro grave peligro nos acecha, como consecuencia indirecta del mal de las vacas locas, no lo quisiera pasar por alto, aunque pueda parecer una fantasía de una mente que exagera y sufre delirios, imaginando complots a nivel internacional. Hace unos días alguien me hacía esta reflexión: ¿es justificado que la aparición de unos cuantos casos de vacas locas haya causado tal revuelo en nuestro país, cuando es sabido desde hace ya muchos años que para el engorde de vacas, cerdos, ovejas, pollos, peces, etc., se vienen cometiendo desde hace muchos años todo tipo de aberraciones? ¿por qué ahora surge con tanto ímpetu? ¿por qué no se han tomado antes las medidas de precaución necesarias?
Se nos dice que las harinas de origen animal tendrán que ser sustituidas por soja y girasol. Eso es muy bueno para el agricultor, pues es posible que suba el precio de estos productos y, por tanto será rentable sembrar soja; pero ¿qué clase de soja? ¿no habrá detrás de todo este follón que se ha montado un plan maquiavélico con la mala intención de introducir el cultivo de soja transgénica con todas las bendiciones desde la administración y con la mínima oposición por parte de agricultores y ecologistas?
Conociendo como conocemos la actuación de las grandes corporaciones multinacionales, no sería de extrañar que hubieran urdido semejante plan, pues peores cosas han hecho. Su acción impersonalizada se produce desde el anonimato, con presiones soterradas y con una ambición desmedida carente de ética y de humanidad para con las personas que puedan ser afectadas por sus acciones. No obstante, tienen la inteligencia y los medios a su alcance para hacerse pasar por los más bondadosos benefactores de la humanidad.
Aún suponiendo que esto no tenga ni el más mínimo atisbo de realidad, no queremos dejar de poner en alerta a los agricultores sobre los posibles efectos "secundarios" de la actual crisis, cuyas consecuencias además de imprevisibles, pueden ser incalculables, dada la dimensión internacional del problema.
Una vez más queremos reivindicar el valor nutritivo y la calidad de la carne producida en las granjas biológicas y biodinámicas, y pedimos a la administración que reconsidere las medidas tomadas, ya que para un agricultor ecológico, con su ganadería extensiva suponen un grave obstáculo, cuando ellos no han sido los causantes de este problema. Esto no es igual para las explotaciones intensivas de 1.000 o 3.000 animales y que además son las causantes del problema, ya que han sido ellos los que han alimentado a los animales con harinas cárnicas.
Si el CRAE le concede a un agricultor el sello con su número de registro que garantiza que éste cumple con las normas que exige la agricultura ecológica, el Consejo Regulador certifica que esos animales no han sido alimentados con harinas cárnicas, entre otras muchas cosas, y por lo tanto estos animales están exentos de riesgo, tengan 20, 30 o 60 meses. Entonces ¿por qué se les da el mismo trato que a los ganaderos de la agricultura convencional cuando periódicamente se someten a una inspección en la que pueden perder este certificado si no cumplen con las normas?
Esperemos que si algo positivo se puede esperar de esta crisis, sea un mayor apoyo y una firme apuesta de las administraciones públicas actuales y futuras, hacia la agricultura ecológica, pero real en la práctica, no para atraer votos y mejorar su imagen. Por el momento ha servido para que productores y consumidores tomen conciencia de la situación, ¿vamos a actuar en consecuencia, poniendo remedio a las verdaderas causas del problema, o vamos a actuar como en otras ocasiones olvidándonos del asunto cuando pasen unos meses y los medios de comunicación hayan agotado nuestra capacidad de receptividad, para volver a realizar las mismas prácticas antinaturales?
En nuestras manos está la solución, porque de todos y cada uno de nosotros es una parte de responsabilidad ya seamos productores, consumidores, intermediarios, o lo que sea. Muchos se harán el loco, dirán ¿y qué puedo hacer yo?, otros dirán: prefiero no pensarlo, porque si no, no comerías nada, está todo igual, así que para que me voy a agobiar con estas cosas y otras peores.
Cuando uno sabe, tiene una responsabilidad que no tenía cuando era ignorante, y quiero pensar que mucho de lo que ha sucedido ha sido por ignorancia, aunque aveces tengo mis dudas. ¡Ahora todos sabemos que no todo vale! Continuar con las mismas prácticas sería cuanto menos de irresponsables, o lo que sería aún peor actuar de mala fé.
Pablo San Miguel
Miembro de la Asoc. de Agricultura Biodinámica de España